Lloro, no por mí, que me hice
tan cabrón como viejo.
Me tiemblan las manos,
hojas caídas a merced del viento.
Del ayer tanto que decir y mi boca,
amordazada al escribir esto.
¡AY! Dolores tan escondidos...
saltaron al instante al verlo.
Pobre niño asustado sin nadie
que hoy le de un poco de consuelo.
Se lo llevan, se vuelve agradecido,
con ese bocadillo que a mí me presto.
Jamás pensé que volvería a sentir
lo de aquella noche en la calle
en la que me vi con lo puesto.
Y lloro...maldita vida que se llenó
de recuerdos que creí muertos.
Rafa Marín
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