Llueve, llueve, llueve 
y no para desde la madrugada. 
Amanece y no conforta 
ni tabaco ni aguardiente. 
Se oyen las primeras voces, 
¡ahí vienen los lebreles! 
De repente un tiro, 
otro y otro, otro más, 
pero quién coño 
empezó esta puta guerra. 
Pasa la euforia, 
resultado final.
Muertos ninguno, 
asustados y fugados tres jabalís. 
Los cazadores borrachos 
y yo... empapado hasta los huesos. 
Rafa Marín
 
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