No
sé qué sentido tiene,
que
mi alma siga aquí.
Poco
a poco languideciendo,
como
amapola del trigal.
Un
corazón siempre latiendo,
que
se afana en no parar.
Madrugadas
de eterno invierno,
duras
tardes de soledad,
para
morir versos escribiendo,
a
quien nunca va a regresar.
Rafa
Marín
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