Llueve y, el agua que limpia las calles,
cual lágrima mi pudor destapa.
¿Qué fue de aquella agonía de placer,
cuándo bajo el sol eramos carne hambrienta?
Tanto fue el deseo que nos devoró,
como si fuera un enjambre de pirañas.
Hoy, olvidado todo aquel sinsabor,
no me queda más que pensar en la guadaña.
Sé que aquello fue lujuria y no dulce amor.
Rafa Marín
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