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martes, 10 de julio de 2018

La zarampaña (relato corto )

La mañana había sido festiva, y viendo el brillo alcoholizado en los ojos de su padre, decidió tomar sedal y anzuelos y poner espacio entre el y la casa. Sé acordó de la zarampaña, con sus lombrices enormes y hacia allí se dirigió con su inocente e infantil sonrisa. Con manos expertas escarbó en el cieno gris de la orilla, al poco dos enormes lombrices se retorcían ensartadaa en los anzuelos, ató los sedales a una rama que colgaba del viejo sauce y se tumbó mordisqueando una brizna verde de tierno tallo; se sintió feliz. Abrió los ojos sobresaltado ante el chapoteo y un enorme lucio se debatía cerca de él, con nerviosismo agarró el sedal; entonces algo llamó su atención. El sol rendía su dominio en poniente entre anaranjado y rojo, estaba ya anocheciendo. Mientras pensaba en lo que hacer, si volver a casa a escondidas y simular que había estado estudiando o simplemente quedarse con el pescado y llegar triunfante, el pez se escapó. Su decepción fue tan grande como su nueva sorpresa; en mitad del río una barca con una mujer arrodillada dentro, y los peces, por decenas, saltando dentro. Sé frotó los ojos y al volver a mirar, la barca ya se acercaba al embarcadero de la zarampaña. Se dirigió hacia allí, quería ver lo que creyó que había visto, olvido padre y casa y las consecuencias que pudieran acarrearle.
El sol se ocultaba con rapidez, parecía como si la noche quisiera envolverle. Llegó junto a la choza de María la bruja, cosa que él no creía que fuese. Por aquellas fechas, el hambre se dejaba sentir con toda su cruda realidad y al ver la fila de gente sonrió. Como el resto de personas se quedó en silencio alrededor de María, a los pies de ella, varios cestos llenos de peces, y ante sus manos extendidas una luz que él nunca pudo explicarse.
Rafa Marín

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