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martes, 10 de julio de 2018

Dulce señora

Acaso dulce señora,
escuchó el dolor rugiente,
que llena mi pecho?
No, no son versos
que amor imploran,
sino una tormenta
de esta pasión
que llevo dentro.
Azogue que me envenena,
locura que no invento,
si el latir de su corazón,
junto a mi oído no siento.
¡Cruel!, boca esa que calla,
como la pálida lápida
que sobre mí ánima
es frío que voy sintiendo.
Rafa Marín

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